Es bien sabido por todos que algunas religiones cuentan con personajes que dieron su vida por defender la fe en las mismas y de los que podemos decir que los relatos que de ellos se cuentan pueden contener, o no, cierta veracidad histórica. Podríamos citar cientos de ejemplos referidos a las iglesias cristianas y a otras confesiones, pero no será este el objeto de análisis de este artículo, ni de las siguientes entregas que lo irán completando.
De la misma manera, encontramos personajes de la historia que dieron su vida, o fueron castigados en ella sufriendo algún tipo de escarnio, por defender los principios de la ciencia o por dar opiniones, basadas en la misma, contrarias a las de la fe religiosa imperante en su entorno y contexto. A algunos de tales personajes nos vamos a referir haciendo un breve paseo por sus vidas, en una serie de artículos bajo el título de “Mártires de la Ciencia”.
Hipatia de Alejandría (355 o 370- 415-416)
Comenzamos con una mujer, de la que hemos tenido más noticias gracias a la leyenda que al estudio histórico riguroso. Lo cierto es que hasta la época de la Ilustración (siglo XVIII) el personaje pasó casi desapercibido. Es en 1720 cuando aparece la primera reivindicación de Hipatia de la mano de John Toland, en su ensayo titulado “Hipatia, o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, competente en todo, que fue descuartizada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo, a quien se conoce, de manera universal, aunque inmerecida, como san Cirilo”. Inmediatamente, desde estamentos religiosos, surge una réplica de Thomas Lewis en un folleto titulado “La historia de Hipatia, una desvergonzadísima maestra de Alejandría. En defensa de san Cirilo y del clero de Alejandría contra las acusaciones del señor Toland” Algo parecido a lo que ocurriría hoy en cualquier cadena de televisión generalista y en cualquier programa de “tertulia chabacana”. El éxito de Toland es mayor y así Voltaire, por ejemplo, explotará la figura de Hipatia para manifestar su rechazo a la Iglesia y a la religión revelada.
En honor a la verdad, habrá que indicar que las versiones reduccionistas de Toland y Voltaire sobre Hipatia marcan el comienzo de una leyenda que mezcla verdad y falsedad. En esta línea, el historiador británico Gibbon en “Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano” recalca la responsabilidad de Cirilo en todos los desmanes del siglo V, incluido el asesinato de Hipatia. A mediados del siglo XIX Charles Leconte de Lisle publica dos versiones de un poema titulado Hypatie, una en 1847 y otra en 1874. En la primera no culpa al cristianismo de la muerte de Hipatia, que es vista como una víctima simbólica de las cambiantes circunstancias de la historia. Pero en la segunda, vuelve a cargar contra los cristianos como responsables únicos de la trágica muerte de Hipatia y no a la necesidad de la historia: La imagen de Hipatia que ha sobrevivido hasta nuestros días es esta en la que aparece como una mujer defensora de la ciencia y el la racionalidad frente a las enseñanzas dogmáticas del cristianismo de Cirilo. Postura aquella respaldada por autores como Gérard de Nerval, Charles Kingsley, Bertrand Russell… En la segunda mitad del siglo XIX, los positivistas americanos y británicos presentan a Hipatia básicamente como científica, como la última estudiosa del Oriente griego.
Las últimas novedades en la leyenda de Hipatia están ligadas a su atractivo para el feminismo. En este sentido, dos publicaciones académicas llevan su nombre: Hypatia: Feminist Studies, que se publica en Atenas (1984), e Hypatia: A Journal of Feminist Philosophy, publicada por la Universidad de Indiana (1986). En 1989 esta última ofreció un intenso retrato en prosa poética de la vida y muerte de Hipatia vista a través de los ojos de la poetisa y novelista feminista Úrsula Molinaro.
Algunos rasgos elementales de la leyenda sobre Hipatia de Alejandría proceden de la historia eclesiástica del siglo V cuyo autor es Sócrates Escolástico. Este historiador no sólo elogia las virtudes de Hipatia, su erudición y su popularidad en la ciudad; también proporciona una descripción muy detallada del asesinato, incluido el nombre del jefe de la banda que le da muerte, un tal Pedro, a quien se menciona en casi todas las narraciones posteriores sobre Hipatia. Pero, nunca culpa al obispo Cirilo. En esa época se relaciona a Hipatia con otras formas de cristianismo, en concreto con el arrianismo, pero sin datos históricos concluyentes.
Lo que podemos decir a día de hoy es que todas las obras dedicadas a Hipatia, ya sean literarias, eruditas o populares, recogen un perfil que celebra sus cualidades excepcionales. Pero, sólo en la segunda mitad del siglo XIX, con mejores métodos críticos para el estudio de la Antigüedad, aparecen obras importantes sobre Hipatia: En 1860 R. Hoche recoge todos los materiales de primeras fuentes sobre Hipatia, conocidos hasta entonces, en un artículo titulado «Hypatia die Tochter Theons»
En base a los estudios académicos sobre el personaje, podemos afirmar que fue educada por Teón, su padre, en materias como filosofía, astronomía y matemática y que su filosofía estuvo influenciada por la obra de Platón, de Aristóteles, del propio Teón de Alejandría, de Plotino o de Amonio Saccas entre otros. Por este motivo, se la considera la primera mujer científica de la historia aunque, por desgracia, su trabajo no se ha conservado, y su importancia sólo se puede deducir por los textos de sus jóvenes discípulos. Gracias a ellos sabemos por ejemplo que construyó un planisferio, un destilador y un hidrómetro. También que se rodeó de un grupo nutrido de alumnos y que formó un círculo del que fue maestra en ciencia. La fuente más importante de información sobre este círculo de jóvenes, sobre la manera en que el grupo funcionaba y sobre la naturaleza de las enseñanzas de Hipatia, es la correspondencia que mantuvo, con quien fuera alumno de ella, Sinesio de Cirene, amigo del filósofo y literato Herculiano. Las pruebas reunidas sobre la docencia de Hipatia y el círculo de sus alumnos nos acercan al medio filosófico de Alejandría en el tránsito del siglo IV al V, y también a las comunidades de maestro y discípulos del platonismo tardío características del último helenismo. Al círculo e Hipatia se le ha acusado de elitismo, pero una razón mucho más poderosa para el secreto de sus conocimientos, podría ser la intensidad de las experiencias que compartían.
Aunque las fuentes alaban el talento matemático de Hipatia, los historiadores de esta disciplina han tratado a Teón mejor que a su hija, lo que nos podría indicar en cierto modo la superior versatilidad de Hipatia como estudiosa interesada no sólo por las matemáticas sino por toda la filosofía. A partir de Sócrates Escolástico y Filostorgio, los historiadores que escriben sobre sus éxitos como matemática elogian también sus logros como humanista. Más aún, la fama de matemático de Teón se ha visto favorecida por la conservación de sus ediciones de autores griegos; nunca hemos dispuesto, en cambio, de las obras de Hipatia.
Entre otros logros de Hipatía, sabemos que pudo haber preparado una nueva edición de las Tablas de Tolomeo, que en Hesiquio aparecen con el título de Canon astronómico. Para ella la astronomía es una ciencia venerable e inicia a sus alumnos, como hacía, quizá, su padre, en el asunto más práctico de estudiar los misterios secretos matemático-astronómicos.
Mientras los alumnos de Hipatia examinan cuestiones filosóficas, estudian las ciencias matemáticas, leen diversas obras sobre temas religiosos y realizan experimentos astronómicos, se están produciendo en Alejandría acontecimientos de capital importancia en relación con las actividades del patriarca Teófilo. Desde el comienzo de su pontificado, en 385, Teófilo ha llevado a cabo una campaña en la ciudad contra el paganismo, eliminando por distintos métodos los cultos religiosos todavía existentes. Al producirse disturbios porque la Iglesia se apropia de templos paganos, Teófilo aprovecha la oportunidad para atacar el Serapeum, templo pagano dedicado al dios Serapis en otro tiempo. La acción contra el santuario (391 o 392), sucede después del edicto de junio de 391 del emperador Teodosio I, el cual, con la prohibición de las prácticas paganas, abre el camino para la destrucción de los lugares de culto. Muchos paganos de Alejandría, dado que su número era todavía importante, se atrincheran en el templo y hacen incursiones contra los cristianos sitiadores. Esto da un pretexto a Teófilo para dirigirse a las autoridades civiles y militares y pedirles ayuda. El problema se soluciona mediante un edicto del emperador por el que se ordena a los paganos abandonar el templo, se proclama mártires a los cristianos muertos y se entrega el Serapeum a la Iglesia. La magnífica estatua del dios Serapis, obra de Briaxis, salta hecha añicos por el hacha de un soldado, las fuentes históricas recogen que las luminarias de Alejandría ayudan a los paganos en su defensa de los objetos sagrados y de los símbolos del culto. Uno de ellos, el filósofo neoplatónico Olimpio, asume el liderazgo de la resistencia en el Serapeum; a los paganos se unen Amonio y Heladio, profesores de lengua y literatura griegas, así como el poeta Paladas y, probablemente, el poeta Claudiano.
La élite intelectual se une a los paganos pero, ¿qué hace entonces Hipatia? A juzgar por el silencio de las fuentes, Hipatia no halla satisfacción alguna en el politeísmo popular y no participa en las prácticas paganas de culto. Sus alumnos proceden de la elite social; son ricos e influyentes. Por añadidura, su círculo incluye personas que simpatizan con el cristianismo. Hipatia no se dedica a matar cristianos. Ni ella ni sus alumnos han estado presentes en el Serapeum.
Pero, todo parece cambiar con el nombramiento de Cirilo como obispo de Alejandría, quien contribuye a la expulsión de los judíos de la ciudad, entre otras lindezas y rivaliza con Orestes, discípulo cristiano de Hipatia, quién recibe el apoyo, como era de esperar, entre otros ilustres de su maestra, aunque el hecho de que los aliados de Orestes e Hipatia sean cristianos, complica la situación para Cirilo y su clero. Después de todo, el mismo Orestes es cristiano y representa a un Estado cristiano; está respaldado por miembros de la élite cristiana de la ciudad y por una parte del pueblo cristiano que lo ha defendido contra el ataque de un grupo de monjes que había enviado Cirilo. Se viven tiempos de disputas entre líderes religiosos de idéntica confesión. Al tiempo, Cirilo y sus partidarios se dan cuenta de que Hipatia tiene influencia también fuera de Alejandría, sus discípulos que pertenecen a la aristocracia por nacimiento, ocupan además puestos destacados al servicio del Imperio y de la Iglesia. Por otro lado, Aureliano, prefecto pretoriano, mantiene buenas relaciones con Orestes y con Hipatia. Todo un culebrón.
Para el historiador Damascio, toda la ciudad adoraba y reverenciaba a Hipatia, habiéndole concedido abundantes distinciones cívicas. Pero, las gentes de Cirilo encuentran una manera de explotar el desinterés de Hipatia por el pueblo corriente: idean un plan sutil de propaganda negativa entre el populacho urbano, la presentan como bruja y le achacan el peor tipo de brujería, la magia negra, que trae consigo el castigo más severo en el sistema legal del imperio cristiano. Parece ser que una turba de cristianos fundamentalistas asesinó a golpes a Hipatia hasta descuartizarla, muy probablemente, como hemos visto, empujados por el obispo Cirilo, una advertencia no sólo contra el paganismo, si no también contra sus rivales cristianos. Tanto si participa de manera directa o indirecta, Cirilo ha violado los principios del orden moral cristiano que está obligado a cultivar y defender. No se resigna al posible eclipse de su influencia. Hipatia y, por medio de ella Orestes, lideran la elite de Alejandría. Cirilo, coartada su ambición, consumido por la frustración y la envidia, se convierte en un hombre peligroso.
Hoy en día la figura de Hipatia es ampliamente conocida por la obra del cineasta Alejandro Amenábar llamada “Ágora” y rodada en Malta en 2009.
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